Autor: Juan Camilo Herrera
En la entrada del blog ‘Vulnerabilidad al carbono de la economía colombiana’ se mostraba que el crecimiento económico puede ser coherente con las metas de ambición climática más estrictas a largo plazo. No obstante, en el corto plazo el desacople entre crecimiento y emisiones de GEI inevitablemente generará trade-offs, cuya severidad dependerá de qué tanto está el carbono embebido en la economía.
Por ejemplo, en la medida en que el déficit fiscal se ha incrementado a causa de la pandemia y la sociedad ha demostrado su aversión al incremento en los impuestos, los ingresos del petróleo y el gas son convenientes y oportunos a corto plazo para atender estos requerimientos tributarios.
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Satisfacer las necesidades básicas de todos y todas, y brindar a la sociedad la oportunidad de aspirar a una mejor calidad de vida es un objetivo incuestionable del desarrollo. Sin embargo, suplir las necesidades del presente no debería comprometer la capacidad de las futuras generaciones para desarrollarse dignamente [1].
Si la actual producción de hidrocarburos genera recursos que pueden contribuir a la recuperación económica y la financiación del gasto social, pero al mismo tiempo limita la capacidad de desarrollo de las futuras generaciones debido al aumento de la temperatura media global causado por el incremento en la concentración de CO2 en la troposfera, entonces, ¿cómo deberíamos tener en cuenta el bienestar de las personas en el futuro cuando tomamos decisiones en el presente?
La respuesta más común a esta pregunta involucra el análisis económico de los costos y beneficios de emprender políticas de mitigación que reduzcan las emisiones de GEI hasta cierto punto, y la disminución de los impactos asociados al cambio climático (con respecto a un escenario de referencia) a causa de cumplir la respectiva meta de abatimiento de emisiones propuesta.
Tanto los costos como los beneficios futuros son descontados en el tiempo por medio de una tasa de descuento.
Esta representa la preferencia intertemporal de la sociedad entre consumir un bien en el presente o en el futuro. Es la tasa que se utiliza para que el valor futuro de los costos y beneficios que resultan de emprender una meta de mitigación puedan ser equiparados con el valor presente de los mismos.
Así, una tasa de descuento baja implica una preferencia intertemporal indiferente entre el presente y el futuro, mientras que una tasa de descuento alta implica una preferencia fuerte por el presente en detrimento del futuro.
¿Pero cuál tasa de descuento es la apropiada para evaluar políticas de cambio climático? Para responder esta pregunta vale la pena traer a colación el debate que se dio entre dos aclamados economistas, William Nordhaus y Nicholas Stern.
Stern utilizó una tasa de descuento del 1,4%, mientras que Nordhaus recomendó una tasa de entre 3% y 5%.
En el 2006, el destacado reporte The Stern Review [2] escogió una tasa de descuento baja (1,4%) para evaluar los costos del cambio climático argumentando que los derechos de las generaciones futuras son iguales a las nuestras. Así, en la medida que la evaluación de las repercusiones del calentamiento global ocurren a largo plazo, descontar el consumo de las generaciones futuras cuando estas no están plenamente representadas en el debate actual, tiene importantes implicaciones éticas [2].
En reacción a este reporte, Nordhaus sostiene -entre otros- que es fundamental basar la elección de la tasa de descuento en variables observadas como las tasas de interés del mercado (3% y 5%), y que el debate sobre la tasa de descuento debe considerar la distinción entre la tasa de descuento social y la tasa de descuento privada [3].
Estas diferencias en la selección de las tasas de descuento entre los dos autores generan resultados opuestos en la evaluación económica de las políticas de acción climática.
Para el caso del Stern Review, con la tasa de descuento baja, la principal conclusión es que todavía estamos a tiempo de evitar los peores efectos del cambio climático si tomamos medidas robustas ahora, y que los costos de estabilizar el clima son significativos pero manejables en la medida que los beneficios lo compensan.
Por el otro lado, utilizando la tasa de descuento sugerida por Nordhaus, el resultado es tomar un camino de acción climática moderado en la medida que los beneficios al ser descontados a una tasa mayor no son suficientes para compensar los costos.
Por tanto, la meta de ambición climática que el país defina al 2050 necesariamente debe tener en cuenta el altruismo intergeneracional que tiene la sociedad actual por las siguientes generaciones, la cual se refleja en una tasa social de descuento[1].
¿Qué implicaciones tiene esto? Si la sociedad tiene un altruismo intergeneracional alto y equipara su consumo actual con el de las siguientes generaciones (i.e. una tasa de descuento baja), la ambición climática debería ser significativa y la misma sociedad estaría dispuesta a asumir mayores costos de descarbonización en el corto plazo con el fin de reducir las emisiones de GEI.
Por otro lado, si las preferencias de la sociedad se orientan más al día a día con una apatía por las generaciones futuras (i.e. una tasa de descuento alta), la meta de reducción de emisiones de GEI debería ser menos ambiciosa e incluso podría ser más costo-efectivo enfocarse en la adaptación al cambio climático que en la mitigación.
[1] | B. G. Harlem, «Our common future. Report of the World Commission on Environment and Development,» 1987. |
[2] | N. Stern, «Stern Review. The economics of climate change,» 2006. |
[3] | W. D. Nordhaus, «A review of the Stern review on the economics of climate change,» Journal of Economic Literature, American Economic Association, vol. 45(3), pages 686-702, 2007. |
[4] | G. Hernandez, G. Piraquive and M. Matamoros, «Una estimación de la tasa de descuento para proyectos ambientales,» Documento 490. Dirección de Estudios Económicos. Departamento Nacional de Planeación., 2018. |
[1] El DNP calculó en el 2018 una tasa social de descuento decreciente para Colombia [4]