Autor: Tomás González
En circunstancias tan complejas como las actuales es necesario preguntarnos cuál es el papel que debería jugar el sector de petróleo y gas.
Estamos en una situación muy difícil. A nuestros problemas estructurales de pobreza, desigualdad y baja productividad se les sumaron una pandemia que puso en jaque a la economía y, más recientemente, un duro y costoso paro nacional que todavía está lejos de terminar. La demanda de energía eléctrica—un buen indicador de actividad económica—muestra que en casi 3 semanas el paro le ha puesto un freno a la economía comparable con los peores momentos de la pandemia.
Antes de la pandemia, la tercera parte de la población se encontraba en condiciones de pobreza y el 15% de pobreza extrema, la productividad—que debería ser el motor del crecimiento—llevaba años estancada y la distribución del ingreso de nuestro país estaba entre las 15 peores del mundo. Como era de esperarse, la pandemia le dio un duro golpe socioeconómico al país y agravó las dificultades: el desempleo se duplicó hasta superar el 20%, la pobreza se disparó a niveles no vistos en una década y la economía se contrajo 6,8%—la peor cifra en 100 años.
Enfrentar esta situación ha requerido, y va a requerir, considerables esfuerzos de gasto por parte del Gobierno. Basta ver cómo los programas de apoyo durante la pandemia han demandado 4,1% del PIB en gasto—un poco más de $41 billones[1]—que, sumados a la caída en el recaudo por la recesión, llevaron las cuentas del Gobierno a un abultado déficit y la deuda pública a niveles que ponen en riesgo la sostenibilidad de nuestras finanzas públicas.
Dimensionar las necesidades fiscales implica tener en cuenta que a la pandemia hay que sumarle el gasto necesario para dar respuesta a los problemas estructurales que siguen sin resolverse y que seguramente demandará el paro. El Consejo Privado de Competitividad, que realiza quizá el análisis más juicioso de las barreras que limitan nuestro crecimiento, hace en su informe de 2020 ocho recomendaciones prioritarias para poner la economía en una senda de productividad y recuperación. De ellas, la mitad dependen de manera importante del gasto del Gobierno—mejoras en conectividad e infraestructura, estabilidad fiscal, protección a la vejez y nuevas habilidades—y al menos otras dos requerirían un apoyo no menor de las finanzas públicas. En el mismo sentido, de los nueve puntos que contiene el primer pliego dado a conocer por el Comité del Paro, cinco requerirían niveles significativos de gasto como la renta básica de un salario mínimo, la gratuidad en la educación pública o el subsidio a las micro y pequeñas empresas.
Ante este panorama cabe preguntarse cuál es el papel que debería jugar el sector. Es fácil enfatizar los beneficios que puede traerle un sector a la economía de manera aislada, sin tener en cuenta qué tan importantes son esas fortalezas cuando se las compara con las de otros sectores. En este sentido, ¿qué es lo que frente a los demás podría ofrecerle al país el sector de petróleo y gas?
Para contestar la pregunta debemos evaluar qué tan capaces son los sectores de contribuir a los elementos de una recuperación exitosa. Ellos incluyen la velocidad de recuperación dada la necesidad de salir lo más pronto posible de la crisis, la posibilidad de mover la economía más allá del propio sector, la capacidad para generar empleo y la contribución a los ingresos del Gobierno. Sería deseable además que los sectores pudieran contribuir a una recuperación verde en el sentido de generar la menor cantidad posible de emisiones de gases de efecto invernadero.
Los datos más recientes del Dane, la Dian, la ANH y el Ideam permiten comparar catorce sectores en las dimensiones mencionadas[2] e identificar dónde está el mayor potencial de contribución del sector petróleo y gas (gráfica 1). En primer lugar, es el sector con mayor capacidad para generar recaudo—impuestos y regalías—por unidad de PIB producido y esta es mucho mayor que la de los demás sectores no extractivos. Segundo, es el que más rápido se recupera junto con los de papel y refinación—en más o menos 1 trimestre de acuerdo con crisis pasadas. Y tercero, tiene una capacidad significativa de mover la economía con un 75% de la capacidad del sector más potente.

GRAFICA 1: FORTALEZAS RELATIVAS DEL SECTOR PETRÓLEO Y GAS

GRAFICA 2: RECAUDO Y EMISIONES POR SECTORES
De manera paradójica, tiene además un nivel de emisiones relativamente bajo por unidad de PIB—apenas 7% de las emisiones del sector residuos—lo cual le permite en el corto plazo contribuir a la recuperación con mayor sostenibilidad que otros sectores (gráfica 2). Finalmente, cabe anotar que su fortaleza no está en los niveles de empleo por unidad de PIB, que son relativamente bajos a pesar de ser bien remunerados y de generarse en zonas donde difícilmente hay empleos comparables.
A partir de estos atributos es indispensable que el Gobierno entienda cómo puede encajar el sector en el rompecabezas de la reactivación. Ningún otro va a ser capaz de aportar a la financiación del gasto público como el petróleo y el gas. Sobre todo si se tiene en cuenta que el valor de las reservas a precios de hoy es 30 veces mayor que el que esperaba recaudar la reciente reforma tributaria que se cayó[1]. Y no puede perderse de vista que se trata de un sector que es capaz de recuperarse rápido y que, al tiempo que lo hace, puede mover la economía en 2,6 pesos por cada peso de demanda que reciba.
Estos aportes sólo van a darse si tenemos la inteligencia colectiva para aprovechar la ventana de oportunidad para extraer nuestras reservas de hidrocarburos. Al final del día las negociaciones del paro tendrán que dividirse en dos mesas: la de gasto—que concentre todas las demandas de cambio—y la de ingresos—que encuentre la manera de financiarlos para que efectivamente sean posibles y no conduzcan a nuevas frustraciones. El sector de petróleo y gas debe tener un papel protagónico en la segunda.
Hoy más que nunca debemos tener claro que si queremos el gasto que pide la gente y no nos gustan los impuestos como lo muestran las marchas, nos deberían gustar el petróleo y el gas.
[1] A la fecha, de estos casi $41 billones que suman todos los recursos del FOME se han hecho pagos por $24.8 billones y quedan $15.7 por irrigar a la economía.
[2] Los catorce sectores son agricultura; residuos; minerales metálicos; servicios de transporte; alimentos y bebidas; petróleo y gas; papel; carbón; industria y transporte; electricidad gas y agua; coquización y refinación; industria manufacturera, piedra, arena y arcilla; y químicos básicos. Para elaborar el ranking se calculó a qué porcentaje del sector con el valor más alto de la variable considerada corresponde el valor de petróleo y gas.
[3] Esto en un escenario bajo de reservas de acuerdo con los estudios UPME y ANH. En un escenario alto este valor podría triplicarse.