Por: Tomás González
El 2021 ha sido un año movido para la energía. En Estados Unidos, por ejemplo, el nuevo gobierno decidió poner la lucha contra el cambio climático en el centro de sus prioridades y liderar el esfuerzo global que culminó en la Cumbre de Glasgow. Para muchos fue un fracaso al no asegurar una ruta para la carbono neutralidad, mientras que para otros fue una necesaria dosis de realismo sobre las dificultades que todavía persisten.
El año comenzó también con la crisis de suministro en Texas—que llevó a cortes generalizados de energía para millones de hogares en medio de fuertísimas heladas que desnudaron las vulnerabilidades del sistema—y termina con la crisis de precios del gas en Europa que ha disparado los precios de la energía y se ha trasladado a diferentes partes del mundo. Esto ha puesto en alerta a los gobiernos sobre la importancia de no quitarle el ojo a la confiabilidad y sobre el riesgo que la opinión pública se vuelque en contra de políticas que perciban van en contra de su bolsillo.
También fue un año de fuertes movimientos en los precios y de cambio tecnológico. El petróleo, el gas y el carbón alcanzaron durante el año el triple del valor con el que iniciaron, reflejando las dificultades de la oferta para reaccionar lo suficientemente rápido a la reactivación post-covid de la demanda. Por su parte, los costos de la generación solar y eólica continuaron su vertiginosa caída, el hidrógeno se ha vuelto protagonista con fuertes apuestas de gobiernos y empresas para convertirlo en uno de los principales combustibles del futuro, y hemos empezado a ver los primeros pilotos a escala comercial de almacenamiento y captura de carbono.
Colombia no ha sido la excepción. Este año tuvimos subastas de renovables, nuevas rondas de hidrocarburos, leyes sobre la transición energética y el gas combustible, estrecheces de precios en el GLP pero abundantes lluvias que presionaron a la baja los precios de la electricidad, problemas de confiabilidad en el suministro de gas, avances en los pilotos de fracking y preocupantes retrasos para sacar adelante los proyectos de generación eléctrica—a pesar de las buenas noticias sobre el pago de los seguros a Hidroituango.
Para nosotros, el 2021 marca nuestro primer año de operación. A partir de la visión de que Colombia debe contar con un centro de energía independiente, creamos el CREE buscando que ayude a tender puentes entre quienes tienen posiciones divergentes y facilite discusiones transparentes, objetivas y rigurosas que nos ayuden a encontrar soluciones a los retos que nos impone la transición energética.
Todos los temas aquí mencionados han estado presentes en el newsletter semanal que iniciamos a mitad de año y es parte fundamental de este esfuerzo, y que, nos enorgullece decir, ha sido muy bien recibido por ustedes.
Queremos darles las gracias, pedirles que nos sigan leyendo y contarles que en 2022 tenemos planeadas nuevas actividades para seguir analizando los temas que nos apasionan.