Tomás González
Recuperación energética
Hasta hace poco una de las principales apuestas para salir de la pandemia era la recuperación verde. La idea básica era que acelerando la inversión en tecnologías de bajas emisiones como la generación con viento y sol podríamos al mismo tiempo reactivar la economía, crear empleo y beneficiar al planeta reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero. Y con la ventaja adicional de qué, si quienes más se perjudican con los costos del cambio climático son los más pobres, con importantes beneficios en materia de equidad.
Cómo cambian las cosas en menos de un año. De la estrepitosa caída en la demanda que trajo el cierre de la economía global y que tumbó los precios de la energía, nos encontramos hoy frente a alzas generalizadas en los distintos energéticos y ante la posibilidad real de racionamiento en varias de las principales economías del mundo, algunas de las cuales ya se están materializado.
Como bien lo anota Vandana Hari de Nikkei Asia, esto ha generado una enorme confusión entre la gente del común a la que se le vendió la idea de que iba a poder disfrutar del aire puro y los cielos azules sin sacrificar ninguna de las comodidades de la vida moderna que hacen posible la energía confiable y barata. Y, por supuesto, una gran preocupación entre los gobiernos que quieren evitar la consecuencias políticas de la crisis proponiendo medidas contradictorias como aumentar la producción de fósiles o inconvenientes como los controles de precios.
Lo cierto, es que los precios del gas, el carbón y el petróleo están subiendo y, de la mano de ellos, los precios de la energía eléctrica. Esto ha llevado al cierre de fábricas, a problemas en las cadenas de suministro globales y a respuestas de políticas que le ponen un freno a la recuperación como las subidas en las tasas de interés por parte de Bancos Centrales que buscan evitar brotes inflacionarios.
¿Por qué están disparados los precios de la energía?
El epicentro de esta crisis es Europa. Tras un invierno inusualmente frío que redujo las reservas de gas a mínimos históricos, la reactivación de la demanda de energía coincidió con una menor disponibilidad a la esperada de fuentes de generación renovable como el viento en el Reino Unido o la lluvia en Noruega.
En condiciones normales esta incapacidad para generar de las plantas renovables debería ser sustituida por generación con gas natural, lo cual no ha sido posible en la escala requerida. Primero, por el desmantelamiento de plantas de generación térmica debido a la política de descarbonización que sigue el continente y, segundo, por la caída en la oferta del gas, producto tanto de problemas en la infraestructura de suministro como de geopolítica ante la dificultad para que los europeos aprueben el gasoducto Nordstream 2 que ya está listo y que conectaría la reservas de gas ruso con Alemania sin tener que pasar por Ucrania[1].
Ante la estrechez de la oferta de gas muchos han considerado la generación con carbón—la cual requiere de permisos de emisión dada la normatividad europea actual—pero se han encontrado con que el valor de los permisos de emisiones se encuentra en el punto más alto de su historia, en más del doble del valor que alcanzaron en el pico anterior de 2008 (ver gráfica). Esto los ha llevado de vuelta al gas, cuya mayor demanda ha generado aumentos de precio de hasta 500% en algunos mercados. Y lo que es peor, se avecina un invierno que, de ser muy frío, podría llevar a un racionamiento de gas para calefacción.
Precio de los permisos de emisiones Europa

(Euros por tonelada de CO2)
Fuente: Trading Economics
Por su parte China, donde el 70% de la generación se hace con carbón, enfrenta una crisis que ya está manifestándose en cortes de energía generalizados. La suma de compromisos ambientales, de mayores requerimientos de seguridad operativa y de control de precios para evitar alzas llevó a estrictas cuotas regionales de consumo de energía y a una menor inversión en plantas de carbón que le han pasado factura a la disponibilidad de energía y llevado a racionamientos. A esto hay que sumarle las restricciones impuestas al carbón australiano dado que ese país pidió investigar los orígenes del COVID y la reducción en las lluvias que ha limitado la generación con hidroelectricidad.
Los problemas de abastecimiento en China tienen el problema adicional de que amenazan las cadenas de suministro globales—en especial las que tiene que ver con la producción de manufacturas que cayó por primera vez en casi dos años—así como las que dependen de la producción de metales como el acero y el aluminio. Es tal la magnitud del problema, que muchas plantas se han volcado a la generación con Diésel para tratar de mitigar el problema a pesar de su mayor costo.
La respuesta de las autoridades ha sido ordenar un aumento de la producción de carbón, exigir una mayor tolerancia al riesgo en la financiación de plantas con carbón e impulsar las importaciones de gas licuado (LNG) y de carbón en contravía de las metas ambientales que ellos mismos habían impuesto.
Esta competencia por el gas con Europa está llevando a aumentos en los precios en otros mercados (ver gráfica). En Asia, por ejemplo, el precio spot del LNG ha aumentado cerca de 200% y le está cerrando las posibilidades de conseguir gas a países tan poblados como Pakistán o Bangladesh que no tienen los recursos para competir con economías más fuertes.

Precios internacionales del gas en diferentes mercados
Fuente: BBC, Bloomberg
Inclusive Estados Unidos se ha visto afectado. Aunque los precios del gas local se han duplicado, los productores de gas no convencional no parecen estar reaccionando con la celeridad suficiente por temores a escasez en la financiación, a reacciones adversas de los inversionistas que parecieran estar cada vez menos dispuestos a financiar este tipo de proyectos y a incertidumbre sobre que tan restrictivas pueden ser las políticas ambientales en el futuro.
El aumento en la demanda y la estrechez en los mercados—que han elevado también los precios del crudo—ha sido tan fuerte que el propio presidente Biden, autor de la ambiciosa política climática de Estados Unidos y principal promotor de que ese país asuma nuevamente el liderazgo en la lucha contra el cambio climático, le ha pedido a la OPEC+ que aumente la producción de petróleo para reducir las presiones sobre los mercados. La preocupación por las consecuencias políticas del aumento de los precios de la energía es evidentemente un factor que está llevando a los gobiernos a reconsiderar sus prioridades ambientales en el corto plazo.
El caso de India se parece más al de China. A los altos precios del carbón importado se le suman los monzones que han inundado minas y contribuido a la estrechez de la oferta a tales niveles que más de la mitad de las plantas de generación con carbón del país están operando con reservas críticamente bajas. Dado que el 70% de la energía del país se genera con carbón, la situación se ha convertido en un dolor de cabeza para la estrategia de recuperación post pandemia del presidente Modi. Con aumentos de precios que superan el 40%, y a pesar de haber instalado ya más de 450 GW de generación solar y de viento, India está en todo caso ampliando su capacidad de generar con carbón y se espera que a 2040 más del 40% de la demanda nueva sea atendida con este combustible.
Finalmente Brasil, vecino de Colombia y gigante económico de la región, enfrenta la peor sequía en un siglo. Al igual que Colombia, para la generación de electricidad Brasil depende esencialmente del agua, lo que ha llevado al país a exponerse peligrosamente a cortes de energía. El gobierno aumentó los precios de los grandes consumidores de energía en más de 50% con el fin de atenuar la demanda, está acelerando al máximo posible la importación de energía de Uruguay Argentina y se esfuerza por activar la generación térmica al máximo posible.
El aumento en los precios de energía ha llevado al Banco Central de Brasil a aumentar las tasas de interés para contener la inflación—que ya supera el 8%—frenando la reactivación y sumándose a la sequía en el sur y oeste del país que está poniendo en jaque el suministro de agua para la agricultura y afectando también la reactivación y los precios.
Lecciones para Colombia
Todo lo anterior apunta a una misma conclusión: los problemas de suministro de gas seguramente hubieran generado problemas, pero estos se han amplificado por las políticas de descarbonización acelerada que está implementando el planeta. Sobre todo en un mundo donde los mercados energéticos y las cadenas de suministro están crecientemente interconectadas.
Esto no quiere decir que haya que abandonar la lucha contra el cambio climático que es un problema real y de grandes consecuencias negativas para la humanidad. Pero si que hay que recalibrar la estrategia: de lo contrario los hechos nos van a derrotar. Recientemente las Naciones Unidas adoptaron como meta que todas las personas tengan acceso a energía limpia y comprable. Sin embargo, el énfasis desproporcionado en que la energía sea limpia se ha dado a expensas de poner en riesgo los otros objetivos. Cumplir esta promesa ciertamente requiere centrarse en reducir el impacto ambiental de la energía, pero también darle igual importancia a asegurar el suministro y ocuparse de que los precios sean competitivos.
Aumentar la participación de renovables y deshacerse de los fósiles sin asegurar la confiabilidad es una receta para los problemas de suministro y volatilidad en los precios que estamos viendo. ¿Quién entiende, por ejemplo, que al tiempo que se retiran las plantas de carbón se retiren también las plantas nucleares que son limpias y confiables? Sobre todo si se tiene en cuenta que la energía que dejan de producir las nucleares es reemplazada por gas natural que genera mayores emisiones.
Lo que se necesitamos es una oferta diversa y robusta que asegure la confiabilidad. En el futuro ella puede no incluir combustibles fósiles, si tecnologías como el almacenamiento a gran escala con baterías y el hidrógeno como combustible son una realidad. No olvidemos que si algo ha demostrado esta crisis es lo mucho que depende nuestro sistema energético actual del gas natural.
Colombia haría bien en aprender las lecciones de lo que está pasando en el mundo. Nuestro sistema, que es hidroeléctrico y por lo tanto vulnerable a la sequías, se ha expandido en los últimos años fundamentalmente a partir de viento y Sol ante la ambiciosa apuesta de descarbonización que ha trazado el gobierno. Sin embargo, a la pregunta sobre la potencial mayor vulnerabilidad del sistema, la respuesta se ha centrado en la complementariedad que existe entre los renovables convencionales y los no convencionales—si cuando no llueve hace más sol y sopla más el viento. Esto puede ser verdad y parece haber evidencia para respaldarlo, pero lo cierto es que el nuevo sistema no ha sido puesto a prueba todavía porque los proyectos aún están en construcción y en cambio si hemos descuidado el desarrollo del gas.
Seguimos sin tener claro si podremos desarrollar nuestras reservas de yacimientos no convencionales y costa fuera, se mantiene una fuerte oposición al desarrollo de los pilotos de fracking aún sin haberlos concluido y todavía no hay certeza plena sobre el desarrollo de la planta de regasificación del Pacífico. Tampoco se ven incentivos al desarrollo de la oferta térmica salvo contadas excepciones, ni de proyectos hidroeléctricos con capacidad de regulación significativa que aporten firmeza. En cambio si hay retrasos en los proyectos de generación con energías renovables no convencionales, en la línea que los va a conectar a la red como indicó este mismo blog y en Hidroituango, el proyecto de generación más importante del país que tiene ya varios años de retraso. De hecho su entrada, programada para 2022, tiene la nueva incertidumbre de si se requerirá o no un cambio de contratistas a raíz de las decisiones recientes de la Contraloría.
Afortunadamente hasta ahora, como se dice coloquialmente, la hemos sacado barata porque la hidrología ha jugado a favor nuestro (ver línea roja en el gráfico). De una amenaza de sequía fuerte a finales de 2019 el régimen de lluvias aumentó y ha estado por encima del promedio histórico como lo muestran los aportes hídricos. Pero las cosas pueden cambiar drásticamente como lo muestra la caída actual del viento y las lluvias en otras partes del mundo. Si esto ocurre la situación puede ser muy compleja para nuestro país dadas las vulnerabilidades actuales del sistema.

Aportes hídricos al sistema interconectado en Colombia
Fuente: XM
Hace unos días el ex ministro Amylcar Acosta decía que en el mundo se está armando una tormenta perfecta y que Colombia debería tomar atenta nota de la necesidad de tener una matriz energética más robusta en línea con lo que se ha dicho en este blog.
En Colombia ya hemos tenido tormentas perfectas como la del niño 2015-16 cuando al tiempo de una sequía muy fuerte se retrasaron el gasoducto para llevar gas de los campos de Córdoba y Sucre a los puntos de consumo en Cartagena y Barranquilla y la planta de regasificación del Caribe, Venezuela incumplió las promesas contractuales de vendernos gas, un juez cerró la recién inaugurada hidroeléctrica del Quimbo en el departamento del Huila y se incendió la central de Guatapé que está en el centro de la cadena de generación eléctrica de Antioquia.
El país superó esta tormenta gracias en muy buena medida a que hemos puesto la confiabilidad en el centro del sistema. Bien haríamos en no olvidar esta lección.
[1] De hecho, un representante de Rusia ante la Unión Europea dijo hace unos días al Financial Times qué si la Unión Europea tratara a Rusia como un aliado y no como un adversario, los problemas de suministro se resolverían más fácilmente.